Posiblemente, más divertido que la primera parte (Tomb Raider 2013), al haberse añadido un buen puñado de nuevas opciones en cuanto al uso de objetos, nuevas armas, más plataformas y exploración y más tumbas opcionales, uno de los puntos fuertes del juego. Por ejemplo, encontraremos objetos que podremos usar tal cual o construir cosas con ellos más útiles (una lata puede hacer ruído para llamar la atención, o podremos construir una estupenda bomba casera, según nos interese en cada caso). Tanto las tumbas opcionales, como la historia principal tienen muchos más elementos de exploración y de plataformas, lo que personalmente nos gusta más, y
consiguen que el jugador sienta como si, de verdad, fuese la primera persona que los descubra y visita esos lugares en siglos. Esto es así durante buena parte del juego, aunque la reutilización de los siete mapas de transición entre las distintas partes de la historia (donde se encuentran todos los objetos ocultos y misiones secundarias) hace que parte de esta sorpresa se pierda. La duración también es un punto que quizás debería haberse pulido, ya que prácticamente es la misma que en la entrega anterior (entre 12 y 14 horas), pero si somos completistas y queremos conseguir todos los logros, las horas serán más de 30. Eso sí,
no a todos los jugadores les gusta dar vueltas y vuelvas por el mismo escenario una y otra vez con tal de conseguir todos los secretos, por lo que si un modo multijugador o ningúna opción rejugable (la historia es la que es y no va a variar, la juguemos como la juguemos), nos parecen pocas horas de juego. Aún así, las disfrutaremos como pocos videojuegos han conseguido en esta generación de consolas.