Sin duda con
Assassin's Creed Mirage la idea no ha sido revolucionar o refrescar la fórmula de la saga, más bien es una vuelta a los orígenes de la franquicia, una vuelta en todos los sentidos. Y es que además de una vuelta por todo lo grande del
parkour, con una ciudad convertida en nuestro
patio de juegos (con una gran importancia para las atalayas, que ahora son misiones en sí mismas), priorizar claramente el sigilo sobre el combate y volver a los asesinatos silenciosos, tenemos un personaje que vuelve a las raíces del
Credo.
Basim nos ha encantado, y su papel en la historia es realmente importante (e interesante); lástima que no se haya desarrollado mejor en el final del juego, que queda un tanto apresurado, apuntando a una continuación, bien en forma de DLC o secuela.
Por supuesto, el apartado artístico, la puesta en escena y el arte vuelven a ser protagonistas, junto con un increíble
Bagdag que merece la pena explorar milímetro a milímetro. El título está además cargado de guiños para los fans, con trajes tan emblemáticos como los de
Altair a nuestra disposición, con un vestuario y armamento que mejoran nuestras habilidades (añadiendo pequeños toques de RPG, más sutiles que en otras entregas). Vamos, un
Assassin de pleno derecho.