Cuando comenzamos a jugar empiezan a aparecer cosas absurdas, como un tutorial que nos tapa la pantalla (literalmente), un coche que no tiene suficiente potencia y con el que no se puede
driftear de manera decente, así como poca información de qué debemos hacer (está claro que correr, pero aparecen carreras en el mapa que no sabemos si debemos disputar).
Una vez que aprendemos a jugar, mejoramos el coche y nos olvidamos de estos problemas, el juego resulta divertido y engancha bastante. Para nosotros, incluso nos gusta ver la historia y esas escenas de vídeo donde los personajes nos hablan y cuentan lo que está pasando a nuestro alrededor, con quien competir, a quien debemos evitar y algunos otros consejos. La ciudad en la que competimos también ayuda a querer seguir compitiendo, no solo por su tamaño y belleza, si no por la cantidad y variedad de pruebas que podemos realizar en ella. Vale que se parezcan mucho entre sí, pero al menos parece un intento de hacer algo distinto en una franquicia con tantas entradas a sus espaldas. Una vez que terminamos con el modo principal de juego (el único que tiene), podremos intentar sacarle más horas de juego picándonos contra otros coches controlados por la IA que deambulan por la carretera, retándolos a diferentes tipos de prueba, o incluso intentando meternos por en medio de otros jugadores que se han conectado a nuestra partida e intentan ganar sus competiciones (solo podremos verlos, pero si nos metemos por medio y los jorobamos, nos podremos reír un rato, a menos que nos lo hagan a nosotros).