Vermintide cuenta con 13 mapas, más los distintos DLCs que incluirán alguno más (alguno de ellos gratis como Sigmar's Blessing), algunos de ellos bastante extensos y otros más cortos pero con más cosas que hacer en ellos, con lo que la combinación es perfecta y la duración está garantizada (teniendo en cuenta que jugaremos más de una y dos veces a cada uno de ellos para poder mejorar a nuestros personajes). El control del personaje depende mucho del tipo que escojamos ya que, por ejemplo, controlar a la arquera (Waywatcher) o al cazador de brujas (Witch Hunter) se parecerá más a un shooter en primera persona, mientras que controlar al enano (Dwarf Ranger) o al soldado (Empire Soldier) será más similar a un hack'n slash en primera persona (y el mago, Bright Wizard, será una mezcla entre ambos). Aún así, el control resulta muy sencillo ya que solo tenemos un botón para atacar, otro para defendernos y otro para cambiar entre pócimas y objetos.
Los problemas vienen con la dificultad del juego, demasiado elevada en los niveles iniciales debido a las interminables hordas del ejército Skaven (que veremos salir por distintas aberturas del suelo y paredes) y que nos obligará a avanzar sin parar y a algunos de ellos concretos, como los packmaster, que nos atraparán sin que podamos hacer nada y otro compañero tendrá que rescatarnos antes de morir. Precisamente aquí también viene el problema del juego, y es que está orientado al modo cooperativo para cuatro jugadores y no podremos jugar solos, ya que aunque permite bots, su IA es bastante mala y nunca nos rescatarán hasta acabar con todos los enemigos primero (lo que supone muerte segura en la mayoría de las ocasiones). Hubiese estado además que se permitiese hacer algo en cada mapa, aparte de llevar bombas y sacos a un punto y matar a todo bicho viviente.