Entornos imaginativos e impresionantemente grandes llenos de vida y personajes. Gran calidad en las animaciones, texturas, modelos poligonales y detalles. Un apartado sonoro a la altura.
Estamos, sin ningún temor a equivocarnos, en el mejor título a nivel técnico que tiene esta recién estrenada consola. Tras su primer mes de vida, es imposible saber cual es su verdadero potencial a nivel técnico, por lo que pensar que estamos ante un juego de una generación anterior (GameCube) y que Wii debe poder hacer algo mucho mejor es aventurar demasiado, aunque su teórica potencia sea del doble. Lo más importante es que aún siendo un juego calcado a su versión del cubo (aunque tenga alguna mejora como el modo 16:9), con las mismas texturas, gráficos y demás, ninguno de los juegos que han aparecido hasta el momento para la nueva consola, aún siendo exclusivos para esta han conseguido ni tan siquiera acercarse a la calidad en su nivel de detalle, extensión, elementos simultáneos en pantalla, calidad y cantidad de texturas o de modelos poligonales de alta calidad. Sus más de tres años de desarrollo lo llevan un paso por delante de, incluso, algunos títulos lanzados para la denominada próxima generación de consolas, cuyo máximo exponente está en la alta definición pero que no son capaces de mostrar la espectacularidad de este Zelda en escenarios, detalles o personajes.
Hablando más concretamente de este juego, nos encontramos ante una verdadera maravilla de la imaginación al servicio de la técnica.
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En todo momento se nos cuenta una verdadera historia de hadas y leyenda que nos tragamos por completo a cada paso gracias a lo que vamos viendo en pantalla. Aunque la gran mayoría de las ubicaciones han sido rescatados de Ocarina of Time, no se parecen en nada en cuanto a gráficos y muestran un aspecto fenomenal, detallado, colorista y plagado de pequeños detalles que los hacen totalmente reales, como la hierba, los árboles, las flores, las casas (cada una distinta de la anterior) o todos los personajes que aparecen en pantalla genialmente representados y con unas expresiones faciales fabulosas. Las animaciones de estos también es genial, incluso sin haber utilizado la captura de movimientos, en todas sus acciones como andar, correr, esgrimir la espada o el uso de los diferentes objetos que utilizaremos. También son excelentes las animaciones de todos los animales, como nuestro caballo
Epona en todas sus acciones (incluso lo veremos defenderse cuando hay un enemigo cercano). También las animaciones de nuestro protagonista con forma de lobo son realmente espectaculares, fluidas y realistas en todo momento en carrera, cuando escarba en la tierra o cuando se sacude el agua, y es que este Zelda es muy detallista en cuanto al comportamiento de todos los personajes que aparecen mostrando en todo momento lo que se supone deberían hacer en la realidad.
Una mención aparte merece el apartado sonoro, donde las melodías que escuchamos en todo momento superan por mucho todas las bandas sonoras escuchadas hasta el momento en cualquier otro título de Nintendo. A pesar de que todos los títulos anteriores tenían una apartado sonoro considerable y algunas melodías que pasarán a los anales de la historia de los videojuegos, por regla general su sonido era demasiado ?midi?, simplista o vacío, con el acompañamiento de pocos instrumentos. Sin embargo, Twilight Princess está repleto de buenas melodías, algunas de las cuales son remezclas de temas clásicos donde su principal compositor,
Koji Kondo, demuestra haber sabido rodearse de buenos ingenieros para sacar el mejor provecho a los chips de sonido de esta consola.
Por todo ello, TP se convierte en el mejor título a nivel técnico disponible para Wii en estos momentos y en uno de los mejores para GameCube (a la altura de Resident Evil 4 aunque con otro estilo). Sabemos que Wii es teóricamente superior a nivel técnico que su generación anterior, lo que nos evita darle una puntuación superior, aunque esa hipotética superioridad no ha sido demostrada de momento por ningún título para esta consola, por lo que cabría preguntarse de qué nos sirve pensar que se puede hacer mejor si nadie lo ha hecho hasta ahora.