Los chicos de
Crescent Moon Games han apostado por un título diferente que juega con nuestras emociones, y nos propone llevar la vida de un ciervo
muy especial, la última reencarnación de un cazador. Vivir el mundo desde sus ojos, con sus instintos y con ciertos toques mágicos son una experiencia irrepetible e impactante, aunque lamentablemente una experiencia no se ha exprimido al máximo.
Si bien el punto de partida es brillante, y durante la aventura nos esperan momentos que cortan el aliento, al juego también le pesan un desarrollo un tanto monótono y una fórmula muy repetitiva (y un tanto tontorrona) para las escenas secundarias. Vamos, que la fórmula podría haber dado mucho más de sí.