Probablemente la mayor fortaleza de Saint Kotar (y lo que lo convirtió en un éxito en su campaña en
Kickstarter) fueron su siniestra pero realista puesta en escena, su estilo
clásico (en ocasiones, parece un homenaje a los primeros
Resident Evil o
Silent Hill) y su genial ambientación. La idea del
pueblo como un extraño enemigo hostil, una localización terrible en la que la gente puede hablar sin despeinarse de asesinatos rituales, sacrificios o canibalismo... Es algo que realmente consigue helarnos la sangre sin recurrir al
susto fácil de subir la música y lanzarnos un monstruo a la cara.
Otro gran acierto de
Saint Kotar es la dualidad de sus protagonistas, el hombre de fe
Benedek Dohnany contra el más realista
Nikolay Kalyakin, ambos con distintas visiones de
la verdad. Sus constantes choques y discusiones buscando a
Viktoria (la hermana de uno y mujer del otro), la forma en la que entienden diferentes hechos, incluso como cambian sutilmente algunos escenarios o conversaciones según quién de los dos estemos controlando... Es algo que le da mucha personalidad al juego, y ayuda a diferenciarlos de otros
point and click del género.