El punto más débil de
Octopath Traveler es su apartado visual, ya que sin duda representa un salto atrás en el tiempo en todos los sentidos. No nos entendáis mal, adoramos el
Pixel Art, pero este título tiene elementos que se acercan más a una producción
indie que a uno de los grandes clásicos de 16 bits, con animaciones muy mejorables para los enemigos y aliados, grandes figuras pixeladas y grandes escenarios que reutilizan continuamente elementos. Para
disimular se han añadido elementos visuales de primer orden, como niebla, destellos o lluvia, que en general quedan muy bien, pero que a veces
afectan a la soltura del juego (especialmente en modo portátil), algo incomprensible e injustificable. Sin duda, el aspecto que más puede (y debe) mejorar para una futura secuela.
Al rescate acuden el apartado sonoro, con una increíble BSO de
Yasunori Nishiki que homenajea algunos de los grandes clásicos de
Square Enix con melodías que van desde temas celtas a intrincados boleros, pasando por emocionantes composiciones para los jefes y los momentos más intensos. El doblaje (en inglés) es de agradecer, y aún más la perfecta traducción al castellano.