Disfrutar de Neva es directamente proporcional al tipo de jugador que seas. Si buscas una experiencia como Gris probablemente disfrutes de lo lindo, y si buscas algo más parecido a un videojuego de plataformas también, porque es como una especie de mezcla entre ambos y ninguno de los dos. Hay momentos contemplativos, momentos de plataformas difíciles, enfrentamientos contra jefes finales, y resolución de algunos puzles no excesivamente complicados. Si eres un jugador acostumbrado a experiencias mucho más complejas quizás Neva se va a quedar a medias en todo, incluso en la relación de su protagonista Alba con su perra con cuernos, Neva, a la que podremos llamar y acariciar pulsando un botón en diferentes momentos del juego. Quizás
el problema está en que Neva podría haber sido uno de los mejores juegos del año si sus creadores hubiesen aprovechado todo el enorme potencial que tanto su protagonista como su acompañante, como las mecánicas de juego construidas hubiesen sido aprovechadas mejor, y hubiesen metido más situaciones como estas, creando un juego de unas 8 o 9 horas en la que, incluso, tuviésemos una mayor relación entre Alba y la propia Neva, creando un vínculo aún mayor y no tan predeterminado, como por ejemplo dependiendo de las veces que la ayudamos, la acariciamos, se cae y la levantamos, o la llamamos y la premiamos.
Aún así, el juego resulta muy gratificante, muy divertido, y realmente engancha el planteamiento de llevar a una acompañante a la que podemos llamar y acariciar siempre que queremos, y a la que vemos ir creciendo desde que es pequeñita conforme pasa el tiempo.
Tanto las situaciones de enfrentamientos normales, como las plataformas, como los enemigos finales, resultan de lo más gratificantes, y aunque son pocos porque el juego acaba demasiado rápido, nos dan ganas de volverlo a jugar una segunda vez para conseguir estas flores escondidas que a buen seguro hemos dejado atrás en la primera vuelta, aunque no sean muchas. Es un juego divertido, está bien hecho, es una auténtica maravilla de ver, escuchar, sentir y experimentar con todos los sentidos, al menos mientras dura.