Sin duda, una de las
mayores fortalezas de The Beggar está en su original planteamiento, lejos de los típicos clichés del género y con una ambientación realmente original y única. En lugar de ser un héroe/heroína totalmente indefenso, el título nos mete en la piel de un ser de un increíble - y descontrolado - poder. Tras sufrir los retorcidos experimentos de un
streamer en nuestras carnes - con fuertes lazos a
The Wine, el trabajo anterior de
Carlos Coronado, no vamos a entrar en
spoilers - ahora tenemos poderes como telekinesis, capacidad de iluminar nuestras manos... incluso de cambiar el ciclo de día y noche. Eso sí, el coste no ha sido bajo, y también hemos creado con nuestra mente a un ser despiadado que nos persigue incesantemente,
Morvin. Y además vamos acompañados por un robot con los circuitos
medio-fritos, un vocabulario... inesperado, y momentos realmente impactantes.
En el juego vamos a descubrir una brutal
fractura de continentes que ha hecho que trozos de diferentes países floten en el aire, de una forma surrealista y perturbadora. Aquí entra en acción nuestra capacidad para
girar la tierra y así ir cambiando lo que flota sobre nosotros, punto crítico para solucionar distintos puzles, o enfrentarnos a situaciones realmente sobrecogedoras. La exploración de esta realidad, junto a las sorpresas que nos esperan son clave en este segundo episodio de lo que promete ser una trilogía inolvidable. ¿Darán frutos nuestros esfuerzos en la lucha contra el
Biometal, llegaremos a unirnos a la resistencia?