La historia principal de Final Fantasy XV generosamente puede abarcar
de media unas 25 horas de juego y aproximadamente el doble si nos centramos en las misiones secundarias, una cifra muy pobre en comparación con los grandes clásicos de la saga, que podían superar tranquilamente en su historia principal las 40 horas de duración. Es cierto que dichas sidequests tienen el atractivo del mundo abierto y la exploración, pero pueden hacerse aburridas al repetir, en su mayoría, los mismos esquemas de peticiones por parte de NPCs, reparación de coches, auxilio de viandantes y cacerías carentes. Al final,
su encanto reside más en los pequeños y cuidados detalles de sus minijuegos y sus opciones de coleccionismo, como la posibilidad de ir ampliando el recetario de Ignis o las ocurrentes fotografías que Prompto saca a lo largo del día (y que protagonizarán alguna que otra misión secundaria), así como el mantenimiento del Regalia o las interacciones y exploraciones junto a tus compañeros de equipo y fieles camaradas.
El atractivo del guion se nutre de la amistad entre el cuarteto protagonista y sus humanas intervenciones, algo que, sin embargo, no puede salvar
un desarrollo con lagunas argumentales, personajes secundarios y escenarios desaprovechados, así como un avance acelerado y lineal a partir del capítulo 12, con dos o tres horas absolutamente tediosas. Aunque el juego cuenta con escenas poderosamente impactantes y emotivas que recuerdan, en ocasiones, a los momentos más emblemáticos de títulos como Final Fantasy VI o Final Fantasy VII, al final y en conjunto estas quedan empobrecidas y diluidas en una trama con un potencial muy desaprovechado que nos hace preguntarnos '¿Y si las cosas hubieran sido de otra forma?'.