Aprendiendo de algunos de los errores de
Human Revolution - como la implementación de los jefes, o lo
vendidos que podían llegar a estar los
hackers - estrenamos una secuela cargada de potencial jugable. Las escenas de acción están mejor resueltas, hay más opciones para encarar cualquier reto al que se enfrente Jensen (desde la infiltración a convertirse en un
tirador experto), y en general las mecánicas de juego están más pulidas (y son más divertidas), especialmente para los que disfruten
tuneando armas y, en este caso, a los personajes.
Sin embargo, hay un
patinazo en el que podría ser uno de los puntos más fuertes del juego. Se supone que ciertas mejoras
interfieren con otras, y que el juego nos penaliza por utilizarlas a la vez; en teoría esto podría forzarnos a tomar decisiones muy difíciles. Por ejemplo, ¿sería mejor multiplicar nuestras opciones de
pirateo o los objetivos a marcar en un tiroteo? Sin embargo, en la práctica esto no funciona del todo bien, porque la penalización por tener mejoras
incompatibles activadas es mínima (algún
flickeo mientras hackeamos, algún reseteo del radar...). Al darnos cuenta el juego se vuelve mucho más lineal y menos desafiante, algo a lo que alimentan unas misiones secundarias poco inspiradas.