La sensación de estar jugando a un Halo es total, lo que hace que su adicción sea elevada (por sistema de armas, facilidad de uso y control, así como en sus opciones de juego). Sin embargo, el verdadero problema de Destiny está en las misiones en sí, la reutilización de escenarios (un mismo mapa para todas por nivel), lo corta que se hacen (un mapa abierto pero debemos ir de un punto hasta otro sin demasiada libertad y acabar con un bicho final), los pocos enemigos que encontraremos o la falta de estrategia a la hora de vencerlos. La historia no está mal, pero su final es muy soso y, como decimos, la forma de llevarla a cabo con estas misiones cortas te deja muy mal sabor de boca. El hecho de poder jugar cooperativo todas las misiones (aunque necesitemos amigos porque el juego no hace matchmaking excepto en la final de fase) hace el juego mucho más divertido (como siempre) y además funciona muy bien.