En un futuro relativamente cercano, la robótica está presente en todos los sectores de la sociedad. Las grandes corporaciones especializadas en la fabricación de máquinas lideran el mundo civilizado y deciden sobre los grandes gobiernos. Un incidente en Estados Unidos hace sospechar a las autoridades competentes que la corporación japonesa
Amada, incumpliendo la Convención de Ginebra, está
construyendo e infiltrando ciborgs humanoides (sin que ni siquiera ellos sean conscientes de su condición) en la sociedad con fines desconocidos. Dan Marshall, al frente de una unidad de agentes de varios países, se interna en Tokyo con el objetivo de descubrir y desbaratar los oscuros planes de Amada.
Desde que se anunciara el juego,
no se ha intentado ocultar en ningún momento las clarísimas influencias del mismo, algo que queda muy patente desde los primeros compases de la aventura. Gears of War es claramente la principal referencia, encontrándose aquí sin pudor alguno todos los elementos más característicos de la saga de Epic: escuadrón de tuercebotas de mandíbula cuadrada y frases lapidarias, uso de coberturas, ritmo frenético, altos niveles de testosterona, gestión sencilla del variopinto armamento y una
jugabilidad directa a prueba de bombas.
Como hemos dicho antes,
Binary Domain no trata de esconder estas referencias, sino que más bien se aprovecha de su popularidad para
introducir una serie de elementos propios que son los que definitivamente dan un sabor más personal al título.
Por un lado
la ambientación, a caballo entre Blade Runner y Yo, Robot, sirve para aportar una serie de temas donde los nipones se mueven con mucha más soltura, además de aportar novedades jugables interesantes; así,
no nos enfrentaremos durante toda la aventura a ningún enemigo humano, haciéndolo en cambio frente a robots que muestran una IA (nunca mejor dicho) muy satisfactoria y creíble. El entorno en el que nos movemos, el Tokyo del futuro, también nos lleva a visitar algunos escenarios algo más inusuales, lo cual es de agradecer, abusando no obstante de los entornos cerrados asépticos y almacenes abandonados, perjudicando innecesariamente al conjunto.
Por otro lado, el equipo desarrollador incluye algunos
toques roleros en el desarrollo de la aventura, pudiendo encontrar en el escenario (o comprar en convenientes máquinas dispendedoras)
mejoras tanto para los personajes como para sus armas principales. Este tipo de añadidos son generalmente de agradecer, siempre y cuando tengan algún tipo de incidencia real sobre el juego, lo que no es el caso aquí. La dificultad de Binary Domain es realmente muy bajita (incluso en su modo difícil), con lo que en ningún momento llegamos a percibir los remedos y mejoras adquiridas, no afectan en absolutamente nada.
Algo parecido le ocurre a una de las mecánicas más anunciadas del título, que es la
integración de un sistema de confianza con tus compañeros de pelotón. A lo largo de la aventura, nuestros acompañantes se dirigirán a nosotros con alguna ocurrencia u observación, para la cual tendremos cuatro contestaciones posibles. El medidor de confianza de ellos hacia nosotros variará en función de cual sea nuestra respuesta. Sin que esto tenga ninguna repercusión de peso en la historia,
el peso de estas opciones recae en los momentos de acción, pues determinará la disposición de estos personajes a cumplir las órdenes tácticas que puedas darles. Una vez más, todo esto estaría muy bien si sirviera realmente para algo o supusiera algún tipo de reto moral, pero no es el caso: por un lado, realmente tendrás que esforzarte para cabrear a tus compañeros hasta el punto en que dejen de obedecerte, pero es que incluso aunque lo consigas, no es que importe en absoluto. La acción es muy sencilla, directa y sin complicaciones, con lo que cualquier opción táctica básica de las permitidas (cubrir, reagrupar, atacar o sanar) es completamente innecesaria y superflua,
un mero adorno que a menudo olvidaremos que está ahí.
Lo que sí funciona muy bien es el sistema de reconocimiento de voz de estas órdenes. Como hemos dicho antes, no es que dispongamos de demasiadas opciones o respuestas para las inquisiciones del resto de personajes, pero las reconoce bien y es cuanto menos curioso.
La aventura principal se sitúa en torno a las 10 horas de rigor en los juegos de este género, y el desarrollo intercala el suficiente número de situaciones y enemigos variados como para no hacerse repetitivo en ningún momento. La trama nos recordará a clásicos de la ciencia ficción como los ya mencionados al comienzo del análisis, y los personajes son estereotipos andantes, pero la
mezcla funciona y en conjunto tiene suficiente personalidad como para destacar.
Además de la campaña para un solo jugador,
la rejugabilidad de Binary Domain la marcan las opciones multijugador, dividido entre opciones cooperativas y competitivas. Siguiendo una vez más las pautas marcadas por los títulos de referencia, el modo cooperativo (para hasta cuatro jugadores) consiste en sobrevivir a oleadas de enemigos a cuál más poderosa, mientras que las opciones competitivas las componen los típicos modos de juego (Todos contra todos, captura de la bandera, duelo por equipos, etc.). Para estos modos de juego podremos acceder a personajes de diferentes clases y atributos, que podremos ir modificando conforme vayamos adquiriendo puntos de experiencia.
Por último, cabe destacar que
el juego llega en completo castellano, y aunque el doblaje tiene altibajos, en general atesora una buena factura técnica.