Max: The Curse of Brotherhood - Análisis Xbox One

Terminar la aventura de Max nos llevará una media de 8-10 horas (menos si vamos en plan speedrun, un par de horas más si queremos conseguirlo todo), una duración sobresaliente para un título descargable que ronda los 15 euros. Hay un buen número de secretos en cada fase (lo que dispara la rejugabilidad) y los logros están bien hilados para que tengamos que rejugar la aventura... Lástima que no se haya aprovechado el soporte online de la consola, ni que hay ningún tipo de desafío cooperativo.

Un plataformas divertido pero bastante básico, al que intenta salvar la mecánica del rotulador mágico (que nos permite dibujar pilares, corrientes de agua, lianas...). El problema es que los sitios para dibujar están ya prefijados, lo que limita nuestra creatividad y nos obliga a seguir un camino prefijado; por contra, esto también hace que los puzles para avanzar sean más ingeniosos, aunque acaban siendo un poco repetitivos en líneas generales, haciendo que el juego pierda intensidad.

Los chicos de Press Start han apostado por un plataformas divertido - aunque de desarrollo bastante clásico - que viene enriquecido con la mecánica del rotulador mágico de Max, que nos permite crear (en lugares prefijados) distintas estructuras o elementos, lo que añade interesantes elementos de puzle al desarrollo. No hablamos de nada realmente nuevo, pero sí de un título brillante en el catálogo inicial de Xbox One, una exclusiva ideal para los amantes del género.

Técnicamente nos encontramos con un juego muy, muy justito para el potencial de Xbox One, con una física más que mejorable (por ejemplo, Max muere de determinadas caídas, de otras no) y bastante simplón, con un enorme potencial para habernos dejado experimentar con las habilidades del rotulador mágico, pero que termina siendo muy cerrado. La banda sonora se limita a ambientar, y el juego nos llega sin doblaje al castellano (aunque, eso sí, subtitulado).