Prisas, prisas prisas. Esa es la identidad del anuncio de Sony con su PlayStation VR 2. Ya sabemos que las prisas no son buenas, y aún así es lo que una enorme compañía como esta intentando por narices desde que anunciaron el producto hace ya más de un año. Primero lo anuncian sin juego ni fecha de lanzamiento, después vemos un par de vídeos de un par de juegos que sí, podrían ser bonitos a nivel técnico pero que no decían nada de sus mecánicas de juego ni de si serían experiencias reales de juego (como Horizon: Call of the Mountain), cosa que personalmente dudo entre muchísimo e imposible, intervalo cerrado. Después anuncia que para principios de 2023, para acto seguido hacerlo para febrero y con un precio muy elevado.
Si analizamos el mercado de las gafas VR, ahora mismo hay un buen número de ellas, y probablemente las VR2 de Sony estén solo por debajo de las HTC Vive Pro que casi multiplican por tres su precio y por encima de otras muchas a nivel de características de juego y opciones (como las Oculus Quest, por ejemplo). Sin embargo hay que tener en cuenta muchos factores que aquí se escapan en este análisis previo, como que todavía es casi imposible (noviembre de 2022) comprarse una PlayStation 5 porque sigue agotadísimas, y cuyo precio además ha subido hace cuestión de un mes hasta los 550 euros, lo que convierte las gafas en una de las más caras por necesitar más de mil euros en ellas (entre ellas y la consola). A esto hay que añadir que nadie ha podido ver de lo que son capaces los juegos que hasta ahora nos han anunciado salvo por los vídeos que acompañan este artículo y algunos anteriores, por lo que parece que Sony esté pidiendo un salto de fé a sus fans y que se tiren de cabeza a por ellos sin que nadie los hubiese probado. Se podría pensar que con cualquier nueva consola pasa esto y es cierto, pero con cada nueva consola se asume que será, cuando menos, más rápida y con gráficos más bonitos, y en la realidad virtual lo que se vende no son sus gráficos (aunque sí que llaman la atención), sino más bien una experiencia diferente con mecánicas más inmersivas gracias a la realidad virtual.
A esto hay que añadir que la compatibilidad con VR1 es inexistente, es decir, si tienes una PlayStation VR, los juegos no te valen en la 2 ni viceversa, por lo que tienes que tener las dos a la fuerza perdiendo así también el mercado de aquellos que venden una para hacerse con la versión más moderna y se ahorran un pellizco. Si además contamos con que un gran número de usuarios de la VR1 están muy descontentos por haberse comprado un periférico que han aprovechado muy poco por no haber software de calidad que llame la atención (lo que decimos siempre; buenos juegos hay pero no entran por los ojos ni son llamativos), haberse gastado mucho dinero en ella además de la consola, y que el apoyo de Sony se acabó hace ahora casi tres años (excepto contadas excepciones), contamos con que muchos no solo no se la van a comprar, sino que muy probablemente se esperen mucho tiempo haciendo que el periférico sea otro de esos caros pisapapeles que tanto gusta fabricar al gigante japonés.
Hay un hecho que es incuestionable como es que el mercado de los VR está en auge ahora más que nunca. Lo podemos ver en muchos factores, como se agotan las VR en tiendas como Amazon la pasada navidad, o cómo el porcentaje de usuarios con VR en Steam es muy grande a finales de 2022. Las estadísticas nos dicen que en Steam hay más de un tres por ciento de usuarios con VR, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que hay una media de unos ciento treinta millones de usuarios. Aún así, sigue siendo muy minoritario y extraña mucho las prisas de Sony por lanzar su periférico al mercado con un precio alto o sin el apoyo de software llamativo AAA como God of War o The Last of US. Aquí sí que podríamos meter Horizon: Call of the Mountain si de verdad es un juego y no un tiro al pato y una experiencia de paseo por bosque como parece a todas luces. Podría ser que después de la enorme inversión de Sony durante estos últimos años en la realidad virtual, ahora es el momento del arreón final por ver si consiguen atraer al público masivo o si abandonan el proyecto, aunque la apuesta les puede salir muy cara, mucho más incluso de lo que ya les está saliendo con una base pequeñísima de usuarios de VR1 en todo el mundo. Las únicas ventas oficiales dadas por la compañía nos decían que para 2020 tenían alrededor de cinco millones de unidades vendidas, justo antes de poner el periférico en oferta y empezar a venderlo a saldo con muchos juegos para quitarse el stock de en medio, por lo que se podía asumir que en estos dos años habrían conseguido colocar entre 1 y 2 millones más llegando a los como mucho, siete millones de unidades. Me encanta hacer la comparativa con Kinect de Xbox 360, que en su lanzamiento vendió 8 millones de unidades y aún así pasa a ser otro de esos bonitos pisapapeles Made in Microsoft.
Por todo esto sigo pensando que hay algo que no cuadra. Sony tiene demasiada prisa en lanzar algo que, a todas luces, no va a funcionar ni remotamente parecido a como ellos esperan. Puede que esté a buen precio si lo comparamos con la competencia, pero es caro para los estándares del mercado de las consolas, y además viene de una entrega anterior (VR1) que no ha funcionado como ellos esperaban a pesar de que nos dijesen que era un hito conseguir esos números, con todo el dinero que han dedicado en promocionar y en crear estudios dedicados exclusivamente para desarrollar juegos en VR con el dinero que solo uno de ellos cuesta. Si a esto le añadimos que no hay un software que llame poderosamente la atención, tenemos que solo los fans más hardcore se la van a acabar comprando de lanzamiento, y muy pocos los siguientes meses.
Con la realidad virtual de PS4 es casi imposible sentirse dentro de la experiencia por muchos motivos. Su calidad técnica, la enorme escasez de juegos de calidad o el intento de reutilizar los mandos anteriores de la compañía, el propio DualShock o los Move, son algunos de los ejemplos. Así que la nueva generación de la realidad virtual de Sony tiene muy buena pinta, porque tan pronto ha sido anunciada ya sabemos que dos de sus principales problemas han sido solucionados. Por un lado, PS5 es un sistema mucho más potente que PS4, lo que significa que la calidad gráfica que vamos a conseguir estará a años luz de lo que hemos visto hasta ahora. La interacción con los entornos ahora sí que va a ser muy superior también, a diferencia del propio DualShock con el que no nos daba la sensación de estar dentro de nada, ni tampoco con los Move que si bien hacían el avío en algunos juegos no permitía la interactividad de ninguno de los mandos de VR actuales en el mercado. Detección de los movimientos de la mano, los dedos, las muñecas o todo el brazo gracias a los movimientos que se pueden controlar desde las propias gafas van a suponer un enorme salto cualitativo que tenemos muchas ganas de probar.
El tercero de los problemas es quizás el más importante de todos, como es el de ofrecer al jugador una buena experiencia de juego y, sobre todo, juegos de calidad de esos que entran por los ojos (y ahora no hablo de calidad técnica) y que hace que todos queramos comprarnos este periférico. Como decía, el actual PS VR tiene buenos juegos, algunos muy buenos, pero no entran por los ojos y no hacen que el grueso del público que tiene una PS4 quiera gastarse el dinero en hacerse con uno de ellos. La necesidad de más juegos como Half-Life: Alyx, o incluso el propio juego de Valve para este nuevo sistema, o juegos de sus principales franquicias como The Last of Us, Uncharted o God of War, así como otras menos conocidas como la propia Siren abandonada desde inicios de la PS3, y tantas muchas otras como Ratchet o Jak & Daxter sí que serían suficientemente llamativas para atraer al gran público, haciendo que otras compañías de renombre como Square Enix, Activision o Bandai Namco sintiesen la llamada de la VR y se lanzasen de cabeza a apoyar el producto. Y eso sin contar con los nuevos juegos de nuevas franquicias que se lancen pensados específicamente para este formato, y donde juegos como Astrobot tienen aún mucho que decir.
Sigue habiendo muchas dudas sobre estas nueva versión de la realidad virtual, como por ejemplo el precio que mucho me temo que será superior al que había que pagar con el actual (muy cercano al propio precio de PS5 y de ahí para arriba), los primeros juegos que llegarán al sistema o cuando vamos a poder probarlo. Aún así, y para no ser demasiado negativo con el producto, tengo que reconocer que tengo ganas de ver de qué es capaz Sony con su nueva realidad virtual, si consiguen sacarla adelante y si despierta el interés por parte de la inmensa mayoría de jugadores que de verdad desean meterse en la realidad virtual y que no han sentido la llamada por no haber nada que les llame la atención. A ver qué hacen.