Los FPS son uno de mis géneros favoritos. He crecido con ellos desde que probaba Wolfenstein original a principios de los 90, y me echaba mis primeras partidas en la universidad con el multijugador a DOOM. Desde entonces, el género ha evolucionado mucho y hemos visto desde narrativas innovadoras, complejas mecánicas de juego, gráficos hiperrealistas o sagas reinventadas para volver a ofrecernos experiencias parecidas a los juegos más tradicionales (si es que eso tiene algún sentido). Cuando se habla de juegos basados o ambientados en alguna de las dos guerras mundiales, generalmente nos viene a la mente los dos nombres más conocidos del género, Call of Duty y Battlefield, que son probablemente sus dos máximos exponentes y lo son especialmente porque hemos sido los jugadores los que lo hemos decidido. Había en el mercado otras sagas como, por ejemplo, Brothers in Arms (Ubisoft) o el propio Medal of Honor de EA, que han caído en estos últimos años en el olvido más absoluto por parte de sus compañías responsables, especialmente porque las ventas de las últimas entregas no fueron todo lo que se podría esperar, y eso que Medal of Honor se ha atrevido a irse a la VR en 2020.
Pero, como vemos, no son los únicos nombres a pesar de ser los más conocidos, y quizás lo son porque le dan al público mayoritario justo lo que buscan, esto es, un juego directo y sin muchas complicaciones en los que casi lo único que debemos hacer es disparar al enemigo, cubrirnos de vez en cuando, e ir probando nuevas armas que llevamos en nuestra gigantescas mochilas a nuestras espaldas, eso sí, diseñadas con todo lujo de detalles para que el apartado técnico sea siempre de lujo. Sin embargo, y a pesar de lo que sus propias compañías intentan asegurar, estas nunca son experiencias realistas, ni tan siquiera Battlefield 1 o 5, en las que el rigor se ha centrado especialmente en el acabado técnico de las armas, escenarios y vehículos dejando de lado lo que el jugador (soldado en este caso) debe hacer en el campo de batalla. Y no digo que esto no sea lo que queremos casi todos. Está claro que cuando nos ponemos delante de un videojuego lo que queremos es, entre otras cosas, descargar adrenalina, divertirnos un rato a ser posible con amigos, y que nos cuenten una historia de la que podamos ser partícipes sin demasiadas complicaciones. Sin embargo, el realismo sin llegar a ser extremo también puede ser divertido.
Y ahora hago más una reflexión sobre todos aquellos que buscan realismo en los videojuegos, se quejan amargamente de que tal o cual saga no lo son, y luego se les olvida que la inmensa mayoría de los elementos que vemos y jugamos NO SON REALISTAS. Para todos aquellos que quieran saber lo que podría ser realismo y tengan o puedan ver el Canal Historia en televisión (o buscarlo en Youtube), hay un programa de nombre La Guerra de los videojuegos que es bastante curioso de ver especialmente por todo lo que se dice a nivel de realismo. Coger munición en el suelo para seguir teniendo balas, coger las armas de los enemigos que encontramos, tirar los cargadores vacíos, llevar más de un arma a la vez, movernos con toda soltura tras recibir aunque sea una sola bala... Hay muchos elementos que serían imposibles en un conflicto real y que en videojuegos son el pan nuestro de cada día. Un juego como Isonzo puede decir que es realista, y lo que quiere decir es que va a tener en cuenta ciertas mecánicas de juego que no son las más habituales en otras sagas como Call of Duty o Battlefield, y eso no quita que Isonzo vaya a ser más realista de verdad, como también lo era Verdun, el anterior título de esta compañía. Son juegos divertidos que pretenden meternos de lleno en un conflicto que, afortunadamente, no tenemos que vivir y que podemos disfrutar (no se si esa es la mejor palabra) como un videojuego.
Está bien que haya diferentes propuestas, con diferentes mecánicas, ambientaciones y planteamientos, así también como con diferentes acabados artísticos, y que algunas intenten ser algo más realistas que otras. Pero no olvidemos que todas son iguales de válidas, son videojuegos, y lo que pretenden es divertir al jugador. Atacar a una u otra saga por su rigor histórico o por lo poco realistas que son nos hace parecer en muchas ocasiones como ignorantes, especialmente porque se trata de hacer algo divertido con lo que entretenernos un rato, y lo más importante en un videojuego, dejando de lado que nos puedan meter una bala entre ceja y ceja, es la diversión que puede provocarnos.