Ya lo hemos dicho todo en nuestro artículo. Koji Igarashi o Hideo Kojima se convirtieron por derecho propio en dos de los nombres más importantes de la industria de los videojuegos durante los años ochenta, noventa y dos mil, cayendo un poco en la desgracia al no lanzar ningún gran título para ningún soporte desde ese momento, fruto por un lado de un mal apoyo por parte de su compañía madre como era Konami, y también a un cambio de gustos por parte de la comunidad de jugadores en general por juegos muy diferentes a los que ellos y sus equipos estaban desarrollando.
Sin embargo, el cambio producido a mediados y finales de la década del 2010 hasta hoy en día, por un lado por parte de la comunidad de jugadores de volver a jugar a grandes clásicos, remasterizaciones de juegos antiguos o juegos retro, así como otros juegos más modernos con tecnología actual pero jugabilidad clásica de estas épocas pasadas, ha hecho que estos grandes desarrolladores no solo vuelvan a tener su hueco en el mercado, sino que se les vuelva a considerar como lo que son y siempre han sido; grandes maestros, artistas y magníficos creadores de historias. Para ser justos, y como siempre hemos dicho, toda la culpa no la tenía Konami a quienes es muy fácil echarle todo encima de que sus creadores no hayan rendido. Si una compañía como Kojima Productions necesita más de diez años en desarrollar un engine para crear su juego ideal gastando cientos de millones de dólares en el proceso, muchos años, y la confianza de sus responsables, parte de la culpa la tienen ellos mismos por no haber sabido hacer mejor las cosas, así como por la propia compañía publicadora y distribuidora (en este caso Konami) quienes no han sabido gestionar y motivar a sus recursos.
Aún así, en pleno 2021 estamos viendo como nuevamente estos grandes creadores han sabido salirse de su manto protector, buscarse la financiación necesaria, y continuar desarrollando juegos en los que ellos mismos creen y que la comunidad desea fervientemente, no lejos de problemas de desarrollo como, por ejemplo, les pasó a ArtPlay y los continuos retrasos con Bloodstain, así como la mala calidad de algunas de sus versiones, aunque ahora no tenían a nadie que les siguiese dando dinero y tuvieron que lidiar en solitario con los problemas.
Ahora llega una compañía como 505 Games que es pequeña si la compañarmos con el gran gigante que era (y ya no es) Konami hace unos años, los vuelve a unir en pequeños equipos independientes, y además llegando a un acuerdo que no les perjudica en exceso ya que todos estos juegos ya tienen su desarrollo financiados antes incluso de firmar su publicación, por lo que estas compañías tienen un apoyo económico adicional así como creativo en la figura de productores internos en 505 Games. Es un ganar-ganar para ambas compañías que, por un lado, tienen la libertad creativa para hacer lo que quieren gracias al crowfunding (excepto Kojima Productions quienes convencieron a Sony de poner las pelas), y por otro se sienten respaldadas en que además de la gente que ya ha pagado por su juego harán lo posible porque llegue a más puntos de venta incluyendo la distribución física de los mismos, convirtiéndose de esta forma en la Konami que debería haber sido la Konami original.