Que vaya por delante que somos grandes aficionados a los Castlevania y en particular, admiradores del trabajo de su máximo responsable, Koji Igarashi, a quien he tenido la oportunidad de entrevistar dos veces (un tipo muy tímido y amable detrás de esa fachada de cazavampiros, con su gorro y lático). Digo esto porque, precisamente, se suele criticar a una compañía como Konami por haber desperdiciado el talento de dos de los más grandes creadores de videojuegos como son el propio Igarashi y Hideo Kojima. Sin embargo, el tiempo pone a cada uno en su sitio y, en esta ocasión, está acabando de dar la razón a ambos por igual.
Por un lado, sus creadores siguen haciendo sus trabajos afincados en otras compañías exactamente igual (o incluso mejor) que como lo estuvieron haciendo hasta ese momento, por lo que bien por ellos y mal por Konami, pero por otro lado Konami no quería seguir trabajando con dos creadores que retrasaban y tardaban la vida en tener sus juegos terminados para, finalmente, no llegasen a ser del todo rentables (por el número de años que tardaban en finalizarlos). Sin embargo, la compañía tenía razón (en parte) y ahora se demuestra que son desarrolladores poco rentables para sus propios proyectos, tardando una eternidad en terminar estos juegos y no vendiendo la millonada que se necesita para rentabilizarlos.
Con Bloodstained ocurre lo mismo. Anunciado en 2015, previsto para 2017, y con suerte lo tendremos a mediados de 2019. La campaña de financiación recaudó más de 5,5 millones de dólares, de los cuales casi el 10% (unos 500.000 aproximadamente) se queda Kickstarter. Adicionalmente, 505 Games compra los derechos de distribución ayudando con más dinero al proyecto, aunque luego nada se diga de todos los costes ocultos que tiene un juego por debajo y que, en muchas ocasiones, no se suelen meter en las campañas de financiación. Con este modelo, un juego como Bloodstained ha sido rentable antes incluso de ser lanzado, y porque (solo) lleva 5 años en desarrollo (4 el casi año antes de su presentación). Sin embargo, los continuos retrasos se hacen interminables para los que pusieron dinero para el proyecto que va con más de 2 años de retraso sobre la fecha prevista, y si el juego tuviese un modelo convencional de desarrollo dentro de una compañía, como por ejemplo Konami, tendría que vender varios millones de unidades para ser rentable, lo cual no suele ocurrir con juegos como Castlevania en ninguna de sus entregas.